Nazco a la vida nuevamente como cada día después de estar en el paraíso de mis sueños . Mojo mi cara , me miro al espejo , busco dentro de mis ojos quien me hable , pero no escucho nada.
Salgo a la calle , mi nariz esta fría , como el cemento gris de la calle resbalosa. Froto mis manos, tal vez porque soy persona , pues todo el mundo lo hace, pero no sirve aun están heladas . Camino despacio queriendo robarle segundos al tiempo , intentando disfrutar la distancia .
Respiro por mi boca y por un momento el vapor que sale de ella distorsiona mi realidad , por un momento estoy ausente de lo que miro tras la barrera de mi resignación. Un gato atraviesa como un rayo , casi no lo vi , los pájaros cantan con el animo que les da el no tener noción de nuestras complicaciones humanas. Veo almas enroscadas en el piso , con el único cobijo que le pueden dar un par de cartones , mientras dos rostros pequeños miran desde su cómodo auto esta misma escena sin pensar que la vida es una sola pero el vivir es muy diferente .
Un perro me mira moviendo su cola , parece sonreírme y a la vez, tiene la mirada mas triste que pude ver en otros ojos , me sigue por un momento , sin embargo , se detiene y se va , no tengo nada para ofrecerle , tal vez solo quería una caricia , eso nunca lo sabré.
Sigo mi ruta , mientras el sol ya se cuela en todas partes , comienza a hacer transpirar al pasto que se cubría con un manto de escarcha cristalina . La bulla se apodera de la calle , ya mi reflexión se hace mas difícil , a medida que que el tiempo pasa me integro a la rutina y soy parte de una sociedad mezquina , preocupada solo de ella , sin darse cuenta que esta fragmentada en cada uno de nosotros , como si cada quien tuviera un espejo sobre si y al mirarlo nos viéramos siempre nosotros y nadie mas.
Marcelo Romero Deriu