Muy suave cae el manto de la oscuridad sobre la luz
cubriéndole hasta el rostro, a la esperanza de que llegues hasta mi,
pero me quedo solo hablando con tu recuerdo, sentado, casi dormido,
mirando sin mirar, con los ojos perdidos en la nada.
Con cada segundo
el cielo adorna con estrellas su cúpula interminable.
Explota en llanto la noche y sigo solo, mirando tu ausencia sin parpadear
esperando un rayo que abofetee mi letargo
anunciando con las manos en mi rostro
otra noche mas sin sentir tu respiración chocando en mis sentidos.
Las frondosas ramas de un árbol abanican mis deseos,
me obligan a mirar tu sonrisa, a encandilarme con su esplendor,
vagar sin rumbo por los recuerdos junto a ti,
creer que todo es real mientras duermes muy lejos de aquí.
Que agonía tan anunciada, que tropiezo mas repetido
y la piedra reaparece una y otra vez sin poderla esquivar.
Quiero estar recostado jugando con la arena
cerrar y abrir mis ojos rápidamente
y que la amnesia me devuelva la sonrisa
que una mano de luz baje desde arriba
y ponga en mi un amuleto para vivir la felicidad.
Entonces recorreré mil senderos, infinitos mundos,
mares de todos colores, cielos oscuros y blancos,
hasta encontrar un lugar propicio
para que no me lo puedas quitar.
Regresare entonces muy feliz y sonriente a buscar un nuevo destino
fuera de los relieves de tu figura, lejos del brillo de tus ojos,
disfrutando cada segundo que me quede para vivir.
Pero si quisieras recordarme o estar un momento conmigo
no lo dudes ni por un segundo
marque el camino con mi sangre
y sobre el lugar exacto donde lo deje, estará mi corazón.
Marcelo Romero Deriu
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